La Eficiencia Energética en Edificaciones (EEE) es uno de los elementos clave para la construcción de ciudades sustentables, de ahí que sea uno de los compromisos adquiridos en Hábitat III y adoptados por la Nueva Agenda Urbana (NAU), ratificada en octubre en Quito, Ecuador.

Y es que, de acuerdo con Juan Carlos Espada Suárez de la Fundación Tecnalia Research & Innovation, al hablar de eficiencia energética en edificaciones no hablamos simplemente de edificios, sino de desarrollo urbano.

Las ciudades consumen más del 70 por ciento global de la energía que se produce y generan entre el 40 y el 50 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), también a nivel mundial. Si un edificio es energéticamente eficiente consume menos electricidad, y por lo tanto, reduce la demanda de electricidad en plantas que utilizan combustibles fósiles. Lo anterior permite mejorar la calidad del aire en las ciudades y emitir menos GEI que propician el calentamiento global.

En 2011, ante esta y otras problemáticas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) creó el programa Sustainable Energy for All (SE4ALL). Tres años después, SE4ALL desarrolló la Global Energy Efficiency Accelerator Platform, una asociación entre diversos sectores y gobiernos locales para apoyar a las ciudades en la implementación de acciones como el Building Energy Efficiency Accelerator (Programa BEA), financiado con recursos del Global Environment Facility (GEF) y gestionado por el World Resources Institute (WRI).

El BEA busca acelerar la adopción de las mejores prácticas en políticas públicas e implementar proyectos de EEE mediante la regulación y colaboración entre gobiernos, empresas, ONG y organismos internacionales. Sin embargo, su labor debe expandirse a todos los habitantes de las ciudades, es decir, a aquellos que ocupan las edificaciones, pues con su inclusión podrían tomarse mejores decisiones en beneficio de las ciudades.

La eficiencia energética, afirmó Harry Verhaak de Philips Lighting, “es más que el ahorro de energía”, y no debe entenderse únicamente como un medio para reducir costos, emisiones de GEI y mejorar la competitividad, sino también para mejorar la calidad del servicio, la productividad, la salud y fomentar la inclusión social.

A pesar de los avances en la materia, aún se necesita fortalecer los procesos de gobernanza para responder a las siguientes preguntas: ¿cómo integramos a los diferentes actores?, ¿cómo mejoramos los procesos de gestión?, ¿cómo innovamos en la regulación y el financiamiento?, ¿cómo generamos confianza y marcos normativos que reduzcan el riesgo de inversión y aumenten las probabilidades de obtener financiamiento?, entre otras.

Además de reconocer la importancia de integrar a la eficiencia energética en la planeación urbana, debemos responder a los desafíos de la regulación, la gestión y el financiamiento, así como incorporar a los diferentes involucrados, como los propietarios de las viviendas, pues son ellos los inversores últimos del sector. Para ello necesitamos desarrollar capacidades a nivel local para generar políticas, estándares y mecanismos de financiamiento, apoyados de un marco global, progresivo y paulatino.

La EEE es así un componente clave del desarrollo urbano, pues su papel es crucial para el logro de los compromisos nacionales adquiridos globalmente[1].

De igual forma, la NAU, además de ser un referente en la agenda global y el devenir de las ciudades, está ligada al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)[2] y al Acuerdo de París firmado en la COP21. En dichos compromisos globales hacia ciudades equitativas, las acciones en materia de energía eficiente y limpia son un elemento esencial para hacer mejores ciudades para todos, pues la energía es el principal contribuyente al calentamiento global, y representa alrededor del 60 por ciento del total de las emisiones de GEI a nivel mundial.



[1] Por ejemplo, para el cumplimiento de las acciones climáticas vinculantes establecidas en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés).

[2] Los compromisos adquiridos en materia de eficiencia energética corresponden al ODS 7 “Energía asequible y no contaminante: garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos”. Principalmente a dos de sus metas: 1) duplicar la tasa mundial de mejora de la eficiencia energética y 2) aumentar la cooperación internacional a fin de facilitar el acceso a la investigación y las tecnologías energéticas no contaminantes, incluidas las fuentes de energía renovables, la eficiencia energética y las tecnologías avanzadas y menos contaminantes de combustibles fósiles, y promover la inversión en infraestructuras energéticas y tecnologías de energía no contaminante, ambas para 2030.