La COP28 es el mayor momento de rendición de cuentas para la acción climática de la historia.

En la COP28, la ONU concluirá su primer “Balance Mundial”, el cual evalúa el progreso colectivo del mundo para abordar la crisis climática. El informe de síntesis del Balance Mundial publicado en septiembre de 2023 ya deja ver que el mundo está muy lejos de su objetivo de mantener el aumento de la temperatura global en 1.5°C para evitar algunos de los impactos más desastrosos del cambio climático. El tema más importante a seguir de cerca en la COP28 es cuál es la respuesta de los países, las empresas, las ciudades e instituciones financieras al Balance.

¿Será un momento de mera reflexión o de una acción decisiva?

El Balance Mundial en la COP28

Cuando 193 países firmaron el Acuerdo de París en 2015, se comprometieron a tres objetivos: 1) reducir las emisiones lo suficiente como para mantener el aumento de la temperatura global “muy por debajo de 2°C” con respecto a los niveles preindustriales, e idealmente a 1.5°C; 2) desarrollar la resiliencia de las comunidades ante los impactos del cambio climático; y 3) alinear los flujos financieros mundiales con un desarrollo bajo en emisiones de carbono y resiliente al clima.

También acordaron evaluar su progreso hacia estos objetivos cada cinco años (a partir de 2023) y fortalecer su acción en respuesta, un proceso conocido como “Balance Mundial”. El primer Balance Mundial concluirá en la COP28 en Dubái.

Del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2023, las personas negociadoras climáticas discutirán los resultados del Balance Mundial e identificarán lo que se necesita a continuación. Para que la COP28 sea un éxito, los líderes nacionales, empresas y ciudades deben abordar las brechas de acción con nuevos planes de reducción de emisiones, compromisos de financiamiento climático, objetivos de energía renovable y más.

Un plan de respuesta rápida al Balance Mundial

Una respuesta contundente al Balance Mundial puede ser el catalizador para que los países hagan la transición hacia una mejor economía, una que saque a las personas de la pobreza, proporcione buenos empleos, luche contra la creciente crisis alimentaria y garantice que las comunidades puedan resistir inundaciones y sequías, al mismo tiempo que se protege a la naturaleza y se reducen drásticamente las emisiones. Si bien los países deberían responder al Balance Mundial con soluciones climáticas en todos los ámbitos, en WRI creemos que es fundamental que se tomen medidas en tres áreas clave: combustibles fósiles, alimentos y uso de la tierra, y resiliencia.

1) Alejarnos rápida y equitativamente de los combustibles fósiles

Las investigaciones muestran que, para 2030, el mundo necesita reducir las emisiones un 43% por debajo de los niveles de 2019 para evitar algunos de los peores impactos del cambio climático. Los planes climáticos nacionales actuales sólo lograrán una reducción del 7%. No obstante, los subsidios a los combustibles fósiles (el mayor impulsor del cambio climático) aumentaron a un récord de 7 billones de dólares en 2022.

En la COP28, los gobiernos deberían manifestar su intención de alejarse de los combustibles fósiles y marcar el comienzo de una era de energía asequible, confiable y sostenible para todos.

Específicamente, los liderazgos nacionales deberían comprometerse a al menos triplicar la capacidad de energía renovable a mil 500 gigavatios (GW) para 2030, trasladar las inversiones de energías sucias a energías renovables y acelerar la eficiencia energética. Los países también deberían comprometerse a hacer que dos tercios de los viajes de pasajeros estén libres de combustibles fósiles para 2030, aumentando la participación de los vehículos eléctricos en las ventas mundiales de automóviles a al menos el 75% y trasladando más viajes al transporte público y a la bicicleta. Estos objetivos están en línea con el nivel de reducción de emisiones necesario para mantener el aumento de la temperatura global en 1.5 °C.

Y , lo que es más importante, los liderazgos nacionales deben implementar medidas para garantizar que esta transición hacia bajas emisiones de carbono no deje a nadie atrás, especialmente a las personas trabajadoras y las comunidades que dependen de la industria de los combustibles fósiles.

2) Transformar los sistemas alimentarios y de uso de la tierra y proteger y restaurar los bosques.

Nuestros sistemas alimentarios nos están fallando. Más de 800 millones de personas padecen hoy de hambre. Las sequías e inundaciones provocadas por el clima amenazan los cultivos y los medios de vida de quienes se dedican a la agricultura. Y la propia agricultura alimenta el cambio climático al destruir bosques y otros ecosistemas vitales.

En la COP28, quienes ocupan cargos de liderazgo deberían presentar planes que transformen la forma en que el mundo produce y consume alimentos.

Los mandos nacionales deberían invertir en mejorar la seguridad alimentaria y al mismo tiempo desarrollar resiliencia ante los crecientes impactos del cambio climático. Deben prestar atención a la ciencia y, para 2030, reducir las emisiones agrícolas un 25 % por debajo de los niveles de 2020, y al mismo tiempo acelerar los esfuerzos para reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030 y cambiar a dietas más saludables y bajas en carbono. Adoptar estos y otros planes en una Declaración sobre los Sistemas Alimentarios, que se espera que surja al final de la COP28, ayudará a consolidar los compromisos de los gobiernos con un futuro alimentario sostenible.

Además, deben demostrar avances en los compromisos existentes, como la Alianza de Líderes por los Bosques y el Clima, en la que más de 140 personas líderes mundiales se comprometieron a detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para finales de esta década. A pesar de tener objetivos ambiciosos, los datos muestran que las tendencias van en la dirección equivocada.

3) Actuación anticipada en materia de adaptación y pérdidas y daños.

Los impactos del cambio climático son cada vez más claros, y los menos responsables de crear el problema son quienes sufren los peores efectos. La sequía en África Oriental empuja a millones de personas al borde de la hambruna. Los incendios forestales derivan en una peligrosa contaminación del aire y destruyen hogares y vidas. Cada vez más personas mueren a causa del calor extremo.

Sin embargo, las medidas para ayudar a las comunidades a desarrollar resiliencia ante las crisis climáticas (y el financiamiento para lograrlo) siguen rezagadas. Los países en desarrollo necesitarán 340 mil millones de dólares anuales para 2030 para adaptarse a los impactos del cambio climático, pero en 2020 sólo recibieron 29 mil millones de dólares en financiamiento internacional para la adaptación.

Para hacer frente a las pérdidas y daños (los impactos del cambio climático que son tan severos que no es posible adaptarse a ellos, como la destrucción de hogares, sitios patrimoniales y la pérdida de vidas) se necesitarán aproximadamente 894 mil millones de dólares anuales para 2030.

En la COP28, las naciones ricas deben proporcionar el financiamiento necesario para hacer posible la adaptación en los países que más la necesitan, al tiempo que los ayudan a recuperarse de pérdidas y daños inevitables.

Los países deben poner en funcionamiento el Fondo para Pérdidas y Daños acordado en la COP27 en 2022. Los países desarrollados deben mostrar un progreso real hacia su compromiso con las naciones vulnerables al clima de duplicar el financiamiento para la adaptación para 2025, lo que incluye hacer que el financiamiento sea más accesible y otorgar más recursos y poder para la toma de decisiones a las comunidades locales. Y los países deben adoptar un plan viable para la Meta Global para Adaptación, incluido el acuerdo sobre un conjunto ambicioso de objetivos para desarrollar la resiliencia en todo el mundo.

Poner a las ciudades en el centro de la acción climática

Durante demasiado tiempo, las cumbres climáticas de la ONU se han centrado exclusivamente en la acción climática a nivel nacional. Ése es un descuido importante. Las zonas urbanas representan aproximadamente el 70% de las emisiones de CO2 del mundo y muchas están particularmente expuestas a los impactos del cambio climático. La ciencia muestra que todas las ciudades deben alcanzar emisiones netas iguales a cero para 2050 para limitar el calentamiento global a 1.5°C. Y si bien algunas ya están logrando avances considerables, podrían ir aún más lejos alineándose mejor con los gobiernos nacionales a través de objetivos climáticos, inversiones y planificación conjuntas.

Las investigaciones muestran que, si bien las emisiones urbanas se pueden reducir en un 90% para 2050 mediante las tecnologías y opciones políticas existentes, las ciudades por sí solas pueden alcanzar sólo el 28% de ese potencial. Los gobiernos locales necesitan asociarse con los gobiernos nacionales y las iniciativas climáticas internacionales para lograr descarbonizarse.

En la COP28, los gobiernos nacionales, regionales y locales deben ampliar las asociaciones para avanzar más rápido en sus objetivos climáticos y ayudar a las personas en las ciudades a satisfacer sus necesidades básicas.

Específicamente, la ONU debería ampliar el papel de las alcaldías y otros actores subnacionales en las COP. Veremos algunos avances en ese frente en la COP28 con la primera Cumbre Local de Acción Climática, la segunda Reunión Ministerial sobre Urbanización y Cambio Climático, la delegación de Alcaldes a la Cumbre Mundial de Acción Climática y la Ministerial de Transporte-Energía, pero este tipo de eventos no pueden ser casos únicos. Los gobiernos nacionales también deberían incluir mejor las áreas urbanas en sus planes climáticos. Esto significa fortalecer los objetivos centrados en las ciudades en sus NDC y Planes Nacionales de Adaptación (por ejemplo, ampliando el transporte público o haciendo que los edificios sean más eficientes energéticamente) y garantizar que las partes subnacionales puedan acceder fácilmente a la financiación climática. Y, por último, hay que poner atención a nuevos compromisos tanto de las ciudades como de los gobiernos nacionales para transformar sistemas compartidos críticos, como el transporte, los edificios y el uso del suelo.

Cumplir con promesas pasadas

Además de establecer planes nuevos y audaces, los países, empresas, ciudades y otros deberían llegar a la COP28 preparados para demostrar avances en promesas pasadas. Específicamente, buscaremos acciones en temas como:

  • Iniciativas de cooperación: En los últimos años, el mundo ha visto surgir varias iniciativas climáticas internacionales de alto perfil, como la Alianza de Líderes por los Bosques y el Clima y el Compromiso Global de Metano, en el que más de 100 países prometieron reducir las emisiones del potente gas de efecto invernadero metano. Los líderes deberían demostrar avances en estas iniciativas de cooperación en la COP28.
  • Planes climáticos nacionales: los países se comprometieron a aumentar la ambición de sus planes climáticos nacionales (conocidos como “contribuciones determinadas a nivel nacional” o NDC) cada cinco años. Se necesitan objetivos más estrictos de reducción de emisiones para 2030.
  • Compromisos financieros: Las naciones desarrolladas se comprometieron a proporcionar a las naciones en desarrollo 100 mil millones de dólares en financiamiento climático anualmente para 2020, pero aún no han cumplido esta promesa. Las naciones ricas deberían demostrar en la COP28 que están compensando el déficit y al mismo tiempo ofreciendo financiación de mayor calidad, como subvenciones en lugar de préstamos.
  • Un nuevo objetivo de financiación climática: El Acuerdo de París exige que se establezca un nuevo objetivo de financiación climática global el próximo año en la COP29. Los negociadores climáticos deben sentar las bases para tal objetivo en la COP28 para que la fecha límite del próximo año sea realista.